28.10.06

EL PP ES MÁS DEMOCRISTIANO QUE LIBERAL

Hace ya unos meses estaba yo dialogando con un compañero que está afiliado al PP sobre el asunto de la nacionalización de los hidrocarburos de Evo Morales y le recomendé que leyese un artículo que se encontraba en Libertad Digital, a lo que él me respondió entre dudas: ¿Ese periódico no es muy extremo? Yo le respondí que, más que ser extremo, lo que sucede es que no duda en criticar abiertamente a quienes se oponen al liberalismo sin que le importe que quienes desconocen la terminología política le acusen de ser de extrema derecha. Anécdotas personales al margen, lo que vengo a criticar una vez más es lo ficticio que resulta identificar a las ideologías con las palabras izquierda, derecha y centro; y lo que me gustaría abordar en este artículo es uno de los extremos (el derecho) de esa línea que tanto daño ha hecho al pensamiento político y económico serio y argumentado: Por lo tanto me gustaría introducirme en ese vago concepto que es “la derecha”.

Yo siempre he sido de la opinión de que las ideologías políticas están íntimamente ligadas a las ideologías económicas, de tal manera que un análisis de las primeras carecería de rigor si no se aborda al mismo tiempo desde un punto de vista económico. Y es precisamente éste el punto de partida de la mala interpretación política y del reduccionismo que impide a los españoles encuadrar al liberalismo dentro de esa línea y que les lleva a considerar que el fascismo es lo opuesto al comunismo, cuando, como ya se ha comentado reiteradamente, tienen bastante puntos en común a excepción de que el fascismo respeta en cierta manera la propiedad privada. Al margen de esto, las diferencias entre ambos son más bien propagandísticas que de otra clase. Y como dentro de la derecha se incluye todo aquél que se opone a la izquierda o que dice oponerse a ésta, el gran damnificado en un país de enorme ignorancia política como es el nuestro es el liberalismo.

Por lo tanto sería muy recomendable que, desde los libros escolares de texto, no se incurriese en el error de hablar de izquierda y de derecha siguiendo los incorrectos planteamientos populares. Sería mucho más lógico abordar el tema de las ideologías desde dos fases; una primera fase política que divida a las ideologías en totalitarias y demócratas, y una segunda fase económica-social que distinga dentro de las ideologías democráticas entre socialdemócratas, democristianas y liberales. Y olvidar de una vez por todas los términos izquierda y derecha porque son desde cualquier punto de vista imprecisos, simplistas e incorrectos. Eso es al menos lo que ha sucedido en determinados países europeos como Alemania, donde los partidos reciben una denominación mucho más acorde a su ideología y mucho más fiel a la realidad. De conseguirse esto en España veríamos cómo el Partido Popular se configuraría como un partido democristiano más que como uno liberal.

Lo que explica que exista cierta sector liberal en el PP es únicamente la ausencia de un partido liberal español y la necesidad de canalizar el voto hacia el partido que más semejanzas pueda tener a nivel político, económico y social con el liberalismo; Y en ese aspecto la democracia cristiana tiene más puntos en común con las ideas liberales que la socialdemocracia, principalmente en lo que respecta al intervensionismo estatal y a la unidad del Estado Español. Es el llamado voto útil. Pero esas semejanzas no significan que los liberales sean de “derechas” sino más bien que el sector de la derecha democristiana se ajusta algo más al liberalismo en términos económicos y políticos que los partidos que comúnmente se denominan de izquierdas. Un punto de distanciamiento, por ejemplo, podría observarse en la concepción religiosa y social, una faceta en la que los democristianos se muestran más tradicionales que los liberales y se manifiestan favorables a una mayor rigidez social y a un mayor intervensionismo y proteccionismo en temas influenciados por las doctrinas católicas.

Es precisamente este aspecto lo que hace que mis planteamientos sociales y religiosos desconcierten tanto a los democristianos del PP como a los socialdemócratas del Partido Socialista. Está claro, por ejemplo, que el islamismo es una cultura realmente antiliberal en todos los aspectos que podamos imaginar, y de ahí mi rechazo y mi desconfianza hacia la misma. Pero ello no me convierte necesariamente en un cristiano ejemplar, ya que mi relación con la religión católica se reduce al profundo respeto que pueda sentir por una de las bases de la cultura occidental. Nada más. Pero se me hace extraño que un liberal, cuyo pensamiento arranca en la ilustración y en la razón, pueda defender que determinados aspectos sociales se articulen de acuerdo a unas creencias religiosas. Lo mismo se podría decir de muchas otras costumbres tradicionales que nunca he compartido y en las que nunca suelo tomar parte, pues me considero una persona muy individualista y con mis propios principios, alejados de dogmas religiosos y de costumbres sociales convencionalistas. Pero el debate está abierto. Ahora tienen ustedes la palabra.

22.10.06

MANIOBRAS AUTONÓMICAS (Y III)

Para terminar con esta serie de escritos acerca de la organización territorial de la España de las Autonomías les intentaré comentar algo sobre Castilla y León ya que se trata de la región que conozco más en profundidad y por estar de actualidad el tema de la reforma de nuestro “estatut”. Porque no se vayan a creer, la mayoría de las Comunidades no reforman los estatutos porque lo crean conveniente, sino porque otras ya han emprendido este camino y no es cosa de quedarse atrás en esa extraña carrera por ver quién es más regionalista. Un daño colateral lo sufren por ejemplo los estudiantes, y lo digo porque no puedo olvidar el enfado que me producía tener que estudiar en cada tema un apartado destinado a Castilla y León. Geografía, Economía y por poco matemáticas en nuestra comunidad. Qué ridiculeces... Lo que nunca se comentaba en estos anexos es que la región cuyo escudo conforma casi la mitad del Español está literalmente olvidada por el Gobierno central, ya sea popular o socialista. De ahí vienen en parte mis posturas abstencionistas.

Como les comentaba anteriormente, se está planteando en este momento la reforma del Estatuto de Castilla y León, aunque no sabría comentarles exactamente en qué punto se encuentra el asunto a nivel legislativo. Bastante tengo con abrir el periódico y reírme un rato de las ridiculeces que se dedican a discutir los politicuchos autonómicos azuzados por la Real Academia Española que, en este caso, ha tenido muy poca vista a la hora de pronunciarse sobre el gentilicio que defina a los ciudadanos de Castilla y León. Y es que recientemente han tenido la ocurrencia de mostrarse partidarios de utilizar el término castellanoleoneses en vez de castellanos y leoneses, lo cual ha desatado las iras de algunos políticos leonesistas que defienden que nuestra comunidad pase a llamarse León y Castilla. Como ven ustedes el apasionante debate es desde cualquier punto de vista ridículo y grotesco.

En este caso ninguno tiene razón: Parece mentira que la RAE demuestre desconocer que la conjunción “y” es copulativa, de modo que une dos cosas diferentes. Otra cosa es que la expresión castellanoleoneses sea más lógica y un tanto menos ridícula. No debemos olvidar que Castilla y León es el resultado de unir la antigua región leonesa (León, Zamora y Salamanca) a la parte de Castilla la Vieja que quedó después de que diferentes maniobras caciquiles convirtiesen a Cantabria y a La Rioja en Comunidades Autónomas uniprovinciales. No obstante yo considero que, aun siendo regiones diferentes, León y Castilla deben permanecer unidos de acuerdo a criterios lógicos en lo que se refiere a cultura, arquitectura, tradición histórica común, clima, gastronomía, gentes y cualquier otro criterio que se nos pueda ocurrir. Fernando III ya unió ambos territorios y, por citar otro ejemplo, Cristóbal Colón utilizó la bandera de Castilla y León en su primer viaje.

Todo el problema viene del mapa que se muestra arriba, cuando León era una región diferente a Castilla la Vieja. Cuando se llevó a cabo el desafortunado e inevitable proceso autonómico y se pretendió unir a León con la parte de Castilla la Vieja que quedó tras el efecto del caciquismo, los políticos leoneses adoptaron diferentes posturas al respecto. Unos veían con buenos ojos la unión con Castilla y otros pretendían o la creación de una Comunidad Autónoma uniprovincial o que la antigua región leonesa siguiese manteniendo su autonomía respecto a Castilla. Incluso se llegó a plantear una surrealista unión con Asturias. Finalmente la Diputación optó por lo más lógico y se integró en la preautonomía de Castilla y León. Años más tarde, y ya iniciada la fase autonómica propiamente dicha, la Diputación decidió cambiar de postura e iniciar los trámites para convertir a León en una Comunidad Autónoma propia. El Tribunal Constitucional se opuso, lo cual hizo que 100.000 personas se manifestaran en contra de esta decisión (las otras 400.000 no dijeron nada). Ese es el origen del problema.

Algo semejante sucedió con la provincia de Segovia; mientras que unos municipios se mostraron partidarios de pertenecer a Castilla y León, hubo otros que pretendían constituirse como Comunidad Autónoma uniprovincial y depender de Madrid, lo cual hubiese sido completamente surrealista dada la población de Segovia. Así que las Cortes, haciendo uso de una de las facultades que le otorga la Constitución, decidió introducir a Segovia en Castilla y León. Otro de los temas planteados en algún foro político autonómico es el de la fragmentación de la “nación castellana” (¿qué?) en diferentes comunidades autónomas, pero a mí me parece un debate estéril ya que es inconcebible imaginar una región de semejantes dimensiones. A mí personalmente me parece bastante lógico que Castilla La Mancha sea una Comunidad propia, pues tiene característica y zonas de influencia diferentes a las de Castilla y León. Y Madrid es la capital. Otra cosa sería plantease lo de Cantabria y La Rioja.

15.10.06

MANIOBRAS AUTONÓMICAS (II)

Pues bien, considerando que mi postura respecto al tema de las autonomías no quedó lo suficientemente clara he de realizar las pertinentes aclaraciones que me obligarán a escribir tres artículos, y no dos como tenía pensado, sobre la organización territorial española. En primer lugar he de comentarles que las afirmaciones vertidas en el escrito anterior estaban realizadas teniendo en cuenta la particular situación política que se vive en España y que dio lugar a que tanto nuestro modelo territorial como nuestra Constitución tuviese una vocación conciliadora que permitiese poner de acuerdo a facciones tan diferentes como podían ser centralistas e independentistas con la dificultad añadida de que ni unos ni otros estaban dispuesto a ceder en cuanto a sus principales reivindicaciones: Para unos la unidad indisoluble de la nación española y para otros alcanzar el mayor grado posible de autonomía.

Todo ello derivó en un modelo denominado autonómico que apenas se encuentra en otros países del ámbito político occidental; si acaso la situación más semejante es la italiana. Con este sistema la unidad de España quedaba garantizada porque en ningún momento se permitiría el federalismo que implicaría reconocer a Cataluña y País Vasco como Estados federales, por muy asociados o vinculados que estuviesen a España. Y al mismo tiempo se creía que los nacionalistas se darían por satisfechos al crearse un sistema que, sin ser federal, les permitiese alcanzar ciertos cotas de autonomía política. Eso fue un error porque si en el ámbito de la teoría política hay algo seguro es que los nacionalismos nunca se dan por vencidos hasta que consiguen sus objetivos. En ese sentido utilizaron (y utilizan) el sistema autonómico como plataforma para ir alcanzando poco a poco sus objetivos independentistas.

Por lo tanto, si nos ponemos en la situación de la época de la transición, la solución encontrada me parece la más correcta a juzgar por las pretensiones irrenunciables que tenían unos y otros. Pero que la solución encontrada fuese, a tenor de las circunstancias, la más adecuada no significa que defienda el sistema autonómico español tal y como se ha terminado por configurar ya que a mí modo de ver ha generado más desigualdades entre regiones de las que iba a generar un sistema centralista de corte jacobino. Asimismo considero que el modelo autonómico simplemente ha servido para intentar saciar las aspiraciones nacionalistas y para que más politicuchos incompetentes (estos autonómicos) se beneficien de los ciudadanos para cobrar sueldos inmerecidos con el pretexto de ser los representantes autonómicos. Es decir, que yo considere que la solución elegida fue la más acertada teniendo en cuenta las circunstancias del momento no significa que yo defienda un modelo federalista o autonomista en España.

Y es que ya les comento que el análisis político en España no se rige por las mismas ideas que el que pudiésemos llevar a cabo en otros países. Porque en Alemania o Estados Unidos (los modelos federales más conocidos) la existencia de un sistema territorial federal no es en absoluto incompatible con la idea nacional; es más, los estadounidenses han demostrado sobradamente su patriotismo y su amor a la patria por encima de cualquier pretensión federalista. Pero ese sistema, que en condiciones normales es tan válido como el centralista francés, no conviene aplicarlo en España. Y no porque sea teóricamente malo o rechazable, sino porque las características políticas de nuestro país desaconsejan desde cualquier punto de vista asimilar ese sistema al igual que desaconsejan que España se configure como un Estado republicano. En ese aspecto, cuando yo afirmaba que el estado autonómico no era tan malo, estaba hablando desde un punto de vista ajeno a las particularidades políticas españolas.

Sin embargo, si me preguntasen cuál es el sistema territorial más deseable en España si tenemos en cuenta la circunstancias políticas de nuestro Estado, entonces diría que el centralista porque el sistema autonómico o el federal no son bien entendidos y serían en todo momento modelos aprovechados indiscriminadamente por los nacionalistas para conseguir a la larga un objetivo que no es otro que la independencia. En teoría, en el papel, en un país normal y al margen de las peculiaridades españolas el federalismo (al igual que el republicanismo) no es necesariamente malo. Pero en España sería sutilmente utilizado por los nacionalistas con malos fines. Por no hablar de que nuestra falta de seriedad conlleva que el sistema autonómico derive en situaciones de incompetencia como por ejemplo los incendios sufridos por Galicia este verano. No obstante es una pena que las ideologías políticas en España estén tan viciadas que no se pueda plantear en términos normales un debate que en cualquier otro país no rebasaría el aspecto territorial. Aquí desembocaría en el aspecto nacionalista e independentista y en traumas y complejos guerracivilistas incomprensibles. Más de lo mismo con el republicanismo.

MANIOBRAS AUTONÓMICAS (I)

Uno de los temas sobre los que siempre me he preguntado es el de la organización territorial española y más concretamente sobre la validez del sistema autonómico, ese extraño invento que pretendía otorgar autonomía a las regiones pero sin entrar en el terreno del federalismo ya que esto sería demasiado arriesgado en un país como el nuestro, que dispone no sólo de un escaso sentimiento nacional sino también de unos nacionalismos obsesivos. Estamos por lo tanto obligados una vez más a analizar un problema de mera teoría política desde la particular visión de un país en el que media población se intentó apropiar del sentimiento nacional mientras la otra media lo repudiaba atribuyéndole connotaciones que no tenía.

Con la llegada de la democracia se pretendió abordar el problema autonómico de manera que nadie tuviese que renunciar a ver satisfechas en cierta medida sus aspiraciones políticas. Por lo tanto se decidió crear un sistema que permitiese a los nacionalistas acceder a cierto grado de autonomía política al mismo tiempo que se negaba la configuración de España como un Estado federal para que nadie pusiese en duda la unidad nacional. Lo que se hizo fue crear unas preautonomías por decreto ley que en primer lugar crearon sus órganos de gobierno para más adelante empezar a recibir competencias. Fue una etapa de transición que culminó con los estatutos de autonomía.

El problema como siempre está en la falta de seriedad que rodea a cuanto sucede en este país. No sólo unas Comunidades Autónomas iban a asumir más competencias que otras y en menos tiempo sino que la Constitución ni siquiera considera obligatorio que se constituyan tales entes autonómicos. Es decir, que quien quisiese constituirse en Comunidad Autónoma lo podía hacer y quien no era libre de mantenerse al margen. Eso sí, como presumiblemente todas las regiones iban a seguir el ejemplo de Cataluña, Galicia y el País Vasco, la Constitución recoge la posibilidad de obligar a una provincia a formar parte de una CCAA “por motivos de interés nacional” como sucedió con Segovia. Curiosa combinación de voluntariedad y obligación.

Ahora el problema surge cuando la paz de la transición intenta ser quebrantada por los nacionalismos que pretenden pasar del estado autonómico al federal para desembocar en la independencia. Ese es el problema de que España se constituya en Estado federal y no que esta forma de organización territorial sea necesariamente mala en países que no tengan esta clase de problemas. Muestra de ello es que Estados Unidos o Alemania son dos de los países más avanzados del mundo y funcionan como Estados federales. Incluso en Alemania, desde la llegada de Merkel y con el mundial de fútbol, parece haberse incrementado el sentimiento nacional según he podido leer, algo que se intenta traducir en un mayor peso de la administración central frente a los Land.

Yo personalmente creo que España es un país cuyas zonas son muy diferentes entre sí y por lo tanto no está del todo mal que exista cierta autonomía, pero nunca llegando a tales extremos de traspaso competencial y de desarticulación del estado central ya que, a mi modo de ver, hay determinadas competencias que nunca debería haber sido transferidas y que deberían ser de exclusiva competencia estatal. Y por supuesto nunca cuestionando la unidad del estado Español. No miento si les digo que al cruzar el panel autonómico de Castilla y León me siento mucho más cercano de casa de lo que teóricamente me debería sentir tras recorrer unos metros. Quizá sea no sólo por herencia familiar sino porque es lo que he visto desde que nací. Pero sin duda esa sensación es mucho más evidente y notoria cuando viajo al extranjero y regreso a España. Porque soy español antes que cualquier otra cosa.

8.10.06

DE LOS FUNCIONARIOS PÚBLICOS

Pues no, no pienso criticar a los funcionarios públicos, uno de los colectivos peor considerados en España pero que a menudo realiza una tarea bastante incómoda y desagradable a la par que necesaria para que funcione este país de incompetentes y charlatanes. A pesar de defender el liberalismo económico y de oponerme a la intervención estatal en la economía, es evidente que las funciones estatales son necesarias en algunas ocasiones, sobre todo a nivel de Administraciones Públicas, ya que de lo contrario estaríamos defendiendo un modelo anarquista. Y es lógico que esta labor sea llevada a cabo por empleados públicos que obtienen una remuneración por parte del Estado y que en todo momento pueden ser apartados de su puesto de trabajo en los casos que la ley así lo prevea, para sorpresa de esa panda de incultos que afirma que la gran ventaja de ser funcionario es que nadie te puede echar una vez que consigues una plaza.

La otra gran falacia en relación con los funcionarios consiste en afirmar que cobran por no hacer nada. Supongo que habrá de todo, como en todas las profesiones, pero de lo que estoy seguro es de que suelen ser paradójicamente quienes defienden este idea los que más deberían de callar. En primer lugar porque eso es falso en muchas ocasiones y en segundo lugar porque demuestran una envidia digna de quienes no han tenido el valor o la inteligencia suficientes para ponerse a preparar 200 temas de unas oposiciones cuya preparación conlleva ingentes cantidades de horas de estudio en función de la dificultad de las mismas, claro está, pues no es lo mismo preparar Inspector de Hacienda que Técnico de la Administración. Así que me resulta muy curioso que quienes predican lo bien que viven los funcionarios no se hayan dedicado a trabajar para la Administración Pública en uno de los diversos puestos remunerados que ésta ofrece en cualquiera de las diferentes áreas del saber. Si se vive tan bien...

Además conviene recordar que la labor de los funcionarios es especialmente incómoda cuando se encuentran entre la espada de los políticos y la pared de la legalidad de tal manera que deben hacer auténticos malabares para respetar la legalidad al mismo tiempo que intentan satisfacer las exigencias de unos políticos que a menudo son unos golfos y unos corruptos y que suelen tener la capacidad de influir sobre una parte del sueldo de los empleados públicos. Efectivamente, todas las iras dirigidas contra los funcionarios deberían ser descargadas sobre los politicuchos ya que esos sí que cobran por no hacer nada y en ningún momento ven peligrar su puesto salvo cuando se realizan las listas electorales y se guillotinan entre ellos. Y fíjense que no contemplo el sobrepasar los límites de la legalidad como uno de los posibles motivos de pérdida de su empleo. Ya imaginan ustedes el motivo: el pisoteado principio de la separación de poderes que ya no es tal desde que los políticos tienen algo que decir en el Poder Judicial.

Todas estas consideraciones las tengo en cuenta a la hora de pensar a qué dedicarme el día de mañana. Estas y otras como el hecho de que los políticos también están presentes en los Consejos de Administración de muchas Cajas de ahorros en las cuales los principales puestos de responsabilidad son designados atendiendo a criterios de enchufismo al igual que en los puestos de menor importancia rige el nepotismo. Así nos va... Por lo tanto es probable que la mejor solución sea buscar un puesto lo más alejado posible de los políticos, ya sea en la empresa completamente privada o accediendo a unas oposiciones cuyos profesionales estén escasamente politizados como puede ser el caso de los Inspectores de Hacienda o similares. Y es que hasta tan arriba no llegan los tentáculos de nuestros dirigentes por el mero hecho de que eso resultaría demasiado complejo para ellos a juzgar por su cualificación media y su nivel intelectual.

4.10.06

DE RUTINA, NUBES Y CLASES

Pues sí, al parecer el otoño ha hecho acto de presencia definitivamente, siendo esto muy gratificante para mí; y no porque lo diga un calendario, pues al fin y al cabo poco me importa eso, sino por lo que ello implica. En primer lugar el verano ha dejado paso a lluvias, vientos y demás situaciones climatológicas adversas que tanto me agradan. Y en segundo lugar ha propiciado el comienzo de la actividad lectiva y por tanto la vuelta a la apreciada rutina, motivo este último que me llevará a no poder actualizar este sitio con tanta frecuencia como acostumbro, aunque sí que tengo intención de añadir entradas nuevas una o dos veces por semana ya que la actualidad informativa y los temas a tratar son mucho más abundantes que durante la tediosa e insufrible época estival, entre otras cosas porque tenemos un gobierno tan chapucero que nos sorprende cada día con un titular bien grotesco desde que ha comenzado el curso político. Aunque en recientes fechas el juez Garzón les empieza a robar protagonismo.

Pero, como les comentaba, la vuelta a la rutina supone inevitablemente dejar atrás cualquier recuerdo vacacional y veraniego. Es cierto que hay muchas formas inteligentes de disfrutar del verano, pero la gente parecen no haberlas descubierto y tiene como principales intereses estivales mostrar un antiestético michelín y abrasarse al sol, sin olvidar a quienes desperdician el tiempo en vulgares, estruendosas y horteras fiestas organizadas por el concejal de turno que suele ser el más iletrado y analfabeto de la ciudad. Ese es un daño colateral de nuestra adulterada democracia de politicuchos que se guillotinan con tal de asomar la cabeza en las listas. Pero se acabó lo que se daba, al menos hasta el año que viene, ya que el otoño ha cortado de raíz la bacanal veraniega. Incluso parece que el amplio abanico de porquería televisiva pasa más desapercibido entre algún que otro programa que nos ofertan las serviles cadenas privadas que emiten abiertamente en España, mientras no incomoden a Polanco. Por cierto, los telediarios es mejor ni verlos.

Entretanto nuestros ilustres profesores inauguraron el presente curso académico a finales de la semana pasada en una de esas ceremonias ostentosas que salen en los periódicos al día siguiente y en las que no se dice nada productivo, para variar. Uno de los principales problemas que deberían ser abordados con urgencia es el de la adecuación de los maltratados planes de estudio españoles a las directrices europeas. Pero la norma no tiene en cuenta muchas veces las circunstancias de cada país, de modo que será una catástrofe si se introducen de un día para otro unos planes de estudio que fueron ideados para otra clase de sistema educativo en que el alumno siente curiosidad por aprender, y no como el típico estudiante español cuyo sueño es no asistir a clase y memorizar unos milenarios apuntes fotocopiados que olvida a los ocho días del examen. Aunque, pensándolo bien, por malo que sea no podrá ser peor que lo que impera en la actualidad, esto es, un caos de asignaturas cuatrimestrales y de libre configuración que a menudo son inútiles y ridículas.

Pero el caos en los planes de estudio no viene sino a ser una muestra más de que la Universidad española es un circo y un foco de progresía estudiantil. Me reafirmo en la idea de que la sociedad española incurre en un error al considerar que cualquier estudiante que haya superado el bachillerato está capacitado para afrontar con mínimas garantías la aventura universitaria, pues las asignaturas que configuran los desmejorados planes de estudio son impartidas por profesores que, por lo general, tienen buenas dosis de ego y por lo tanto exigen un nivel de conocimientos bastante elevado, lo cual provoca unas limpiezas de considerable magnitud. Y no es de extrañar a juzgar por el nivel intelectual del estudiante universitario medio, cuya única preocupación es ser aceptado en un grupo de fantoches incultos con aromilla botellonero-progrepalestino que tachan de facha a cualquier profesor que critica las “OPAS” ilegales del gobierno (eso los que saben qué es una OPA, que son pocos) o los presupuestos “sociales y equilibrados” recientemente presentados en los que ya se ha dejado notar la sombra del “Estatut”