UN “MERO TRÁMITE” LLAMADO EXAMEN

A decir verdad siempre me ha sorprendido todo lo que rodea a tan ilustre palabra cuya simple pronunciación es capaz de captar la atención de los somnolientos estudiantes en una tediosa clase. Y que es también lo suficientemente poderosa como para suscitarles temor o incluso pánico en ocasiones, en lo que es para mí una de las más claras demostraciones de que el sistema educativo español no se basa en el interés por aprender sino en el miedo al suspenso y en la memorización compulsiva de unas hojas a menudo consideradas hostiles y cuyo contenido apenas es aplicable a la vida laboral. El caso es que el sistema se rige por estos principios, los cuales están invitando directamente al estudiante a almacenar el contenido los días antes para desecharlo con la mayor brevedad posible, como si estorbase. Muestra de ello es que la biblioteca está desierta en Abril y completamente desbordad en Mayo.
Y llegado el momento de almacenar esos inservibles contenidos no son pocos los que sucumben ante lo chapucero de su método de estudio, que parece no haber evolucionado mucho desde que descubrieron la suma y la resta. Éstos son los estudiantes adictos al café y al Red Bull, quienes no dudan en afirmarte las grandes propiedades de la citada bebida a la hora de darte energías y permitirte estudiar horas y horas sin necesidad de dormir en tres días. La argumentación es sólida e incluso basada en compuestos químicos y energéticos que están a la vista de todos, por figurar en la etiqueta del producto, pero todo se viene abajo al fijarte en el aspecto del ponente, que parece haber sido sometido a toda clase de torturas inhumanas, con los ojos a medio cerrar y la mirada perdida en el infinito. Ellos son los que corrompen con sus litros de porquería la perfeccionada técnica de estudiar los días antes de los exámenes y obtener resultados exitosos.
Cuando por fin llega el fatídico día todo adquiere los ya conocidos tintes surrealistas. El pobre infeliz que pretende estudiar en quince minutos lo que no ha estudiado en quince días, la histérica que pasa hojas compulsivamente sin saber lo que realmente está buscando, la pobre que se pone a llorar porque tiene miedo al suspenso, el fantasma que comenta la borrachera que va a coger nada más que termine el examen (éste suele terminar pronto) o el ya clásico aprovechado que se coloca audazmente al lado de alguien que presumiblemente va a aprobar (éste sale el último pero siempre suspende) Cuando termina el examen lo mejor es escapar a toda prisa para no tener que hacer frente al “¿Qué pusiste?” Todos desquiciados comentando lo que contestaron y el ya clásico que va sumando los puntos que cree que va a obtener en cada preguntar para llegar siempre a la conclusión de que aprobará por poco, aunque siempre suspende. Y que no falten las supersticiones, irracionalmente necesarias en ese momento en que tu estudio de días se decide en unos minutos.